Belén Montero

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Nací en un barrio porteño y viví hasta los dieciséis en un pueblo arbolado que lleva nombre de vicepresidente: Marcos Paz. Desde el 2007 vivo en Málaga, parte del antiguo al-Ándalus y actual Andalucía. Estudio en la UMA una bonita carrera que me ha permitido descubrir nuevas pasiones. Aunque seamos un semi experimento en el Plan Bolonia, estoy pasando una fructífera etapa en Traducción e Interpretación. Siento debilidad por los idiomas y el comportamiento de la sociedad en relación con ellos. Estudio actualmente inglés, alemán y árabe. Estudié francés en el bachillerato y algún día retomaré el estudio de esa bonita lengua. Viajo cuando puedo, conozco, estudio, leo, trabajo, me río, tomo mate...

viernes, 29 de julio de 2011

Mi rompimiento personal

Hace ya bastante tiempo me enteré de que ese fenómeno tenía nombre. Iba caminando con mi amiga Elèna, como de costumbre en estos últimos años, contándole alguna que otra tontería, como de costumbre en toda mi vida. Y recuerdo haberle comentado que, cuando era chiquita y veía que los rayos del sol atravesaban las nubes de forma que uno puede observarlos como si fuera algo corpóreo, pensaba que Dios estaba por bajar del Cielo. Elèna se rió alegremente, como de costumbre desde que la conozco, y me comentó (siempre con una sonrisa) que eso se llama rompimiento de gloria.

Me asombré ante tan despampanante denominación, pero me gustó mucho, es un nombre que hasta se podría decir que llega hondo. ¿De dónde habrá salido? En la foto se observa un ejemplo extraordinario, tomada en julio del 2010 en la ciudad de Rashid, al norte de Egipto, la morada de la Piedra Roseta que se encuentra actualmente en el Museo Británico de Londres.

El tema es que hoy caí en la cuenta de lo cercano que puede ser ese rompimiento de gloria a nuestro día a día. Muchas veces tenemos la cabeza nublada, tormentosa, con borrascas y todo; pero llega después algo o alguien que logra romper esa barrera y entrar con su luz. ¡Es como un símil de la realidad atmosférica!

Auf jeden Fall, no digo que siempre sea perjudicial tener la cabeza nublada, a veces es incluso necesario. De hecho, es la naturaleza de muchos; en los que un poco de luz se convertiría en anormal. Pero claro, cada cual posee su normalidad, y no hay que intentar igualarla al resto.

Pero volviendo a lo que nos concierne, en este lugarcito cibernético (que ya demasiado escribo sobre papel) quedarán plasmadas algunas palabras sobre diferentes temas, en aquellos momentos de lucidez brindados por los rayos del sol o por el reflejo de nuestro satélite por excelencia. O incluso en aquellos momentos nublados que, al fin y al cabo, son los propiciantes de tal rompimiento.

Además, de paso cañazo, aprovecho para mandarle un gran abrazo a Elèna, que ahora andará por tierras extranjeras disipando las nieblas de su futuro académico. ¡Nos espera todo un año separadas! Pero no logrará despegarse de mí ni de mis desvaríos, que sé que un poco le gustan.

Au revoir!